domingo, 6 de mayo de 2018

Un buen día para empezar...

Un poco de caos personal
Escribo, borro, escribo, vuelvo a borrar. Descubro que estoy buscando una justificación para escribir lo que ahora escribo. Lo escribo porque es lo que hago cuando quiero organizar mi mundo. Hace poco menos de dos años fui madre (regreso al intento de justificación), y eso significó que todo el orden (o caos conocido) que había en mi vida se pusiera patas para arriba (me enfrento a un caos desconocido). 
El embarazo y la maternidad implicaron, entre otras cosas, una vida mucho más, digamos, hogareña. Descubrí que es fácil tener una casa inmaculada cuando vives sola y sólo llegas a dormir (en mis noches de insomnio tenía tan poco que hacer que me daba tiempo de ordenar los libros alfabéticamente por el nombre se su autor), pero mantener el orden una casa que incluye bebé, papá de bebé y abuelos de bebé es una tarea mucho más ardua. 
¿Soy fanática del orden? Me parece que no, es decir, un poco de caos no le hace daño a nadie (mis libros ya no están en orden alfabético y nadie ha muerto por eso), pero sé que funciono mejor cuando no tengo algo urgente que hacer, como lavar la ropa o recoger juguetes del piso, que me impida concentrarme en lo importante. 
El asunto es que en año y medio no he logrado entender cómo funciona este nuevo caos y hacer que encajen en él todas las facetas que me conforman. Buscando un poco de luz empecé a leer en la red información sobre orden y organización. Saltando de un artículo a otro me topé con el minimalismo: Reducirlo todo a lo esencial. Tengo un par de meses pensando que por ahí puede estar mi respuesta: Reducirlo todo a la esencial. 
Ahora me siento atiborrada, de objetos materiales y de cosas en qué pensar. No digo que lo esté, digo que me siento. Así que he decidido intentarlo. Reducirlo todo a lo esencial. Este es mi primer domingo minimalista. Y como el primer paso es descartar, lo primero que descarté fueron los posts que había en este blog que tenía años sin actualizarse para convertirlo en una bitácora de este proceso.
Lo más sencillo, dicen los gurús del orden y la organización, es comenzar con los objetos. Voy a hacerles caso. También dan un sin fin de estrategias para hacerlo. En eso no voy a hacerles caso (por ahora). Tengo mis propios rituales compulsivos. El orden: de izquierda a derecha a partir de la puerta de entrada, siguiendo las manecillas del reloj. Eso es todo. 
Si este plan funciona en 12 semanas habré descartado todo los objetos que no añaden valor a mi vida. Si no funciona por lo menos tendré un espacio más despejado y, espero que se cumpla la promesa, una mente más despejada. 
De las 12 a una están el refrigerador y el fregadero. Voy hacia ellos armada de preguntas: ¿Me es útil? ¿Lo necesito? ¿Me hace feliz?